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miércoles, 17 de octubre de 2007
VANGELIS/THE CITY
HOMENAJE A ROGELIO SALMONA
PRIMERA PARTE
El mejoramiento del espacio público en las ciudades colombianas fue una de las constantes del quehacer del arquitecto Rogelio Salmona, quien falleció el 3 de octubre en Bogotá a la edad de 78 años.
Su contribución al patrimonio cultural en Colombia ha sido de gran importancia. Hoy recordamos que la primera declaratoria como Monumento Nacional de una obra de arquitectura contemporánea en el país fue precisamente la del proyecto de las Torres del Parque_ ubicadas en los cerros centro orientales de Bogotá_ en 1965. Después vendrían la Casa de Huéspedes en Cartagena, el Archivo General de la Nación y la Biblioteca Virgilio Barco para mencionar algunas de las obras de Rogelio Salmona.
Fue discípulo del gran maestro europeo Le Corbusier, colaboró en el proyecto de la sede de la UNESCO en París junto a Pier Luigi Nervi, Marcel Breuer y Bernard Zehrfuss, entre otros. Se colocó a la cabeza de un grupo de arquitectos preocupado por la función social de la arquitectura, sin abandonar la vanguardia. Buscó una arquitectura que tuviera un hilo conductor con la sociedad y la naturaleza. Bajo este concepto sus palabras cobran sentido. “No concibo la arquitectura ajena a los valores más significativos de la sociedad como son los aspectos ambientales, culturales y estéticos”.
“La música y la poesía me estructuran y me permiten hacer propuestas arquitectónicas”, dijo en alguna ocasión, esas fueron sus dos compañeras inseparables. Rogelio Salmona se ha ido, pero queda su obra en la ciudad y en la evocación de todos los colombianos.
Homenaje hoy en Clásicos del Futuro al más importante arquitecto colombiano, escuchando la obra THE CITY del músico griego Vangelis
¡Bienvenidos!
SEGUNDA PARTE
Através de la obra de Rogelio Salmona se puede percibir no sólo su constante interés por la ciudad, sino su lucha incansable por defender el espacio público y los valores culturales y ambientales.
Bajo estás premisas Rogelio Salmona construyó su carrera y su leyenda. Inmensos patios circulares, pasillos amplios y rampas suaves, casas de vecinos orientadas a los cuatro vientos y construcciones abrazadas al paisaje de árboles y montañas. Con estas trazas, el colombiano Rogelio Salmona nacido en 1927 y fallecido el pasado 3 de octubre, uno de los arquitectos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, defendió su modelo de urbanismo abierto. Un canto al ágora, a la ciudad humanizada y “transparente”,
Para llegar a ese propósito, Salmona aceptó primero los principios de la escuela internacional.
Formado en la Universidad Nacional de Colombia, a finales de los años 40 viajó a Francia, donde recibió clases en el taller del famoso arquitecto Le Corbusier. Durante nueve años trabajó junto a él en diversos proyectos, así como en el diseño de la sede de la Unesco, al lado de otras figuras como Nervi, Breuer y Zehrfuss.
En 1958 regresó a Colombia y comenzó su etapa de síntesis: aceptando los criterios de la vanguardia europea, se decantó junto a un grupo de arquitectos por la función social de la arquitectura, atendiendo tanto a las necesidades del ciudadano como al respeto a la naturaleza y a las tradiciones populares de su tierra.
TERCERA PARTE
Es sabido que Rogelio Salmona tuvo una evidente pasión por la historia de la arquitectura, pero más aún por la andadura de las obras que se gestan para interpretar los lugares, para descifrar los sitios en los que habrá de levantar sus construcciones.
Fue la suya, qué duda cabe, una acción poética de ennoblecimiento de lo que ya existe, antes que una abrupta imposición demoledora. Por ese motivo claro, cenital, que hay en las obras de Rogelio Salmona, es por lo que su arquitectura adquiere un vínculo social que no solamente tiene que ver con la idea de un mejor estar, sino de un mejor sentir, con un alto sentido estético que ayuda a darle coherencia a las formas de vivir y de pulsar lo cotidiano.
Si la ventana, antes de serlo fue una porción de aire, una pequeña parcela de vacío; si el patio es una forma de amputar la lejanía; si el sometimiento de ese mismo vacío a formas impuestas recorta el infinito, la mirada de un arquitecto como Salmona se desveló por encontrar un equilibrio entre lo precedente y lo actual, entre lo intangible de una atmósfera, de una luz o de un fragmento de paisaje y las formas que despliega para darle relevancia a ese entorno.
Que entre el hombre y la naturaleza medie esa sobrenaturaleza que es la ciudad, como puente tendido entre un estadio y otro y no como aislamiento, como compartimento o encierro entre los cuatro muros cardinales, es algo que constituyó uno de los fundamentos de la postura arquitectónica de Rogelio Salmona.
Alguna vez manifestó que la arquitectura “debe proponer espacios capaces de conmover, que se aprehendan con la visión, pero también con el aroma y el tacto, con el silencio y el sonido, la luminosidad y la penumbra y la transparencia que se recorre y que nos regala la gracia de la sorpresa.”
En un pequeño texto escrito por Salmona en torno al quehacer de la arquitectura, señalaba la deuda que tiene con los hechos cotidianos y en los entronques que establece con el arte, cuyo epicentro asume desde una mirada poética.
“Toda arquitectura verdaderamente comprometida es siempre cómplice de su tiempo por haber sabido extraer del manantial de la vida la profunda poesía de las formas construidas.”
Rogelio Salmona
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